Voy a unirme al viento

En los intersticios entre la composición estructurada y la descomposición sistemática habita Mr. Lenz. Nacido de las cenizas calculadamente esparcidas de Lenizion —proyecto que alcanzó su conclusión natural tras agotar sus propios límites sintácticos— esta nueva entidad sonora rechaza la noción convencional de obra finalizada.

Mr. Lenz opera como un laboratorio perpetuo donde cada pieza musical existe simultáneamente en múltiples estados cuánticos: partículas sonoras suspendidas entre la materialización completa y la potencialidad infinita. La discografía —término que resulta insuficiente para describir este corpus fragmentario— se compone de secuencias recursivas, variaciones microscópicas y deconstrucciones metódicas que rehúyen deliberadamente la cristalización definitiva.

El método compositivo sigue patrones de acumulación estratificada: capas de instrumentación orgánica (predominantemente piano preparado, guitarras procesadas y percusiones encontradas) se entrelazan con síntesis granular y procesamiento algorítmico. Cada elemento es sometido a un escrutinio casi forense, amplificando imperfecciones hasta convertirlas en nuevos núcleos narrativos.

Los textos —cuando existen— funcionan como arqueología de la memoria personal, excavaciones lingüísticas donde referencias a Tarkovsky coexisten con fragmentos de conversaciones interceptadas y observaciones microscópicas de lo cotidiano. La voz, procesada hasta situarse en el umbral del reconocimiento humano, actúa más como instrumento textural que como vehículo semántico.

Tras siete años de iteraciones continuas, Mr. Lenz ha acumulado varios puñados de proyectos en diversos estados de incompletitud, una condición que no representa fracaso sino método deliberado: la resistencia consciente a la clausura conceptual como postura estética. El ciclo actual, «Espectros de futuros abandonados», explora territorios donde lo analógico y lo digital no se fusionan sino que revelan sus incompatibilidades fundamentales.

La perfección, después de todo, no es más que otro espejismo ante el horizonte infinito del silencio.

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